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REVISTA TRABAJADORA, N. 67 (JUNIO DE 2019)

DIVERSIDAD SEXUAL Y DE GÉNERO/ Kifkif, entre iguales, de Carmen Briz

    KIFKIF (literalmente, entre iguales) es una asociación de migrantes y refugiados lesbianas, gays, trans y bisexuales creada en 2002 en Madrid. Conversamos con Anabel Garrido, responsable de programas, y con Samir Bargachi, presidente de la entidad sobre migraciones y refugio, protección internacional, xenofobia y LGTBifobia.

    30/08/2019.
    Anabel Garrido, Carmen Briz y Samir Bargachi en la sede de Kifkif en un momento de la conversación, fotografía de Israel Pedroza.

    Anabel Garrido, Carmen Briz y Samir Bargachi en la sede de Kifkif en un momento de la conversación, fotografía de Israel Pedroza.

    UNA HISTORIA de migración, una persona LGTBI, una pequeña maleta y un timbrazo en un edificio de oficinas que asoma a la Puerta del Sol en Madrid. Una puerta que se abre y gente igual a ti que te recibe, que te atiende, alguien que, por fin, se preocupa por lo que te suceda. Allí se encuentra un equipo de gente joven y activista (y alguna persona técnica) con pocos recursos y muchas ganas de echar una mano. Saben de lo que hablan, han vivido historias similares.

    La entidad nació porque las personas migrantes, cuando llegamos, tenemos dificultades para acudir a las distintas organizaciones de nuestros países. Es mi caso. Yo, que nací en Marruecos, no podría acercarme a una organización marroquí e intentar buscar ayuda, porque lo más habitual es sufrir, en este caso, LGTBifobia. Desafortunadamente es así”, explica Samir Bargachi y añade: “Las organizaciones LGTBI generalistas sí son más acogedoras con nuestra realidad, pero no tienen especialización en protección internacional”. Una carencia enorme si tenemos en cuenta que, en la actualidad, 72 países aún penalizan la homosexualidad y 11 aplican la pena de muerte. La Comunidad de Madrid se ha convertido en destino de cientos de personas que tratan de escapar de la discriminación que sufren en sus países de origen.

    Desde septiembre de 2018, Kifkif forma parte de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB): En España todavía se está vertebrando la respuesta a la protección internacional desde la perspectiva de la diversidad sexual y de género, y la verdad es que con nuestra incorporación a la FELGTB, incluso en tan poco tiempo, estamos notando que está teniendo un efecto muy positivo en cuanto a incidencia política e ir introduciendo lo que es el asilo en la agenda nacional”, dice Samir Bargachi.

    Una petición de asilo puede prolongarse en el tiempo: tres años, aproximadamente. El 35% de las personas que atienden en Kifkif intentan contactar con la asociación antes de migrar, antes de abandonar sus países de origen ya tienen en la organización un punto de referencia. Anualmente atienden a más de 1.000 personas. En casi un 80-90% son hombres gais. Una cifra que no deja de ser curiosa si tenemos en cuenta que, por lo general, quienes más contactan con Kifkif desde sus países de origen, es decir, antes de migrar, son mujeres. Planifican más su salida, sin embargo, dan menos el salto a migrar. Samir Bargachi apunta: “Claramente, no tienen las mismas oportunidades”. Cuentan con otras dos sedes en Getafe y Alcalá de Henares.

    Les pregunto cuándo deciden dar el salto y poner en marcha el recurso de residencia (con plaza para unas 20 personas cada año) para que la alternativa a migrar y cruzar fronteras no sea el sinhogarismo y el abandono institucional y social en un país extranjero y me cuentan que han tardado en ponerlo en marcha teniendo en cuenta que es una necesidad básica: “El sistema en España en estos momentos está tan atascado que en el pasado mes de octubre llegaron a llamarnos desde el Ayuntamiento de Madrid, a través del Samur Social, para saber si podríamos acoger a algunas personas LGTBI porque los albergues municipales se encontraban al cien por cien de su capacidad”. Algunas de estas plazas están reservadas para situaciones de emergencia y la estancia suele durar alrededor de un mes.

    El perfil del sinhogarismo en la Comunidad de Madrid está cambiando de forma radical. Algún estudio -como el recientemente presentado Estudio sociológico de las personas LGTB+ sin hogar en la Comunidad de Madrid, a cargo de la profesora Silvia Giménez- así lo corrobora. Anabel Garrido, responsable de programas nos explica: “Era necesario contar con un recurso específico para personas LGTB. Venezuela es el país con un porcentaje más significativo en el último tiempo, le siguen otros países de América Latina y Centroamérica y países del Norte de África y Oriente Medio (los llamados MENA). Suelen ser personas que entran por primera vez en el espacio Schengen de la Unión Europea. En los últimos años, el sistema de protección internacional se está desbordando por la situación crítica de algunos países, por ejemplo, Siria”.

    El área jurídica de Kifkif es la más demandada, porque es preciso continuar todo un proceso jurídico para poder conseguir un asilo muy concreto: por orientación sexual e identidad de género. Para eso hay que hacer saltar por los aires ideas tipo: “No pareces LGTBI”. Cuentan con un elemento a su favor, quien llama a su puerta suele quedarse junto a la asociación, para colaborar, para reclamar, para seguir reivindicando, para recibir a otras personas migrantes en busca de refugio. No son simples “usuarios” (término que rechazan) de un recurso social, para la gente de Kifkif son “parte de la familia”. Además, han de capacitar jurídicamente y en materia LGTBI al personal de las oficinas de asilo, a la Policía Nacional que trabaja en el aeropuerto de Barajas, etc…

    Al llegar a nuestro país, hay que solicitar una cita con una trabajadora social de la Oficina de Asilo y Refugio (OAR) quien tras un mes de analizar el caso tomará una resolución: otorgar la tarjeta roja (con una duración de seis meses, no permite trabajar, aunque sí recibir un paquete de ayudas) o no resolver positivamente (en este caso se tiene derecho a recurrir). Éste es el primer paso para ir acercándose a la protección internacional. Samir Bargachi insiste: “El proceso es largo, casi dos años. Y muchas de estas personas ya llegan endeudadas, sin recursos y han de subsistir por su cuenta; por ejemplo, en el trabajo sexual el perfil ha cambiado radicalmente en los últimos años. Esos jóvenes solicitantes de asilo no tienen ninguna salida porque están en un limbo y tienen que esperar al menos esa primera tarjeta roja, que tampoco les permite trabajar”. Se trata de una espera media de unos nueve meses.

    Por otro lado, las personas trans lo tienen más fácil en cuanto a la admisión, pero el tiempo de espera es el mismo: cerca de dos años y medio. Pasado ese tiempo, vivirán el mismo porcentaje de desempleo que la población trans nacional: un 85% de desempleo. Se dice pronto. Es interesante no olvidarlo, sobre todo cuando se realizan afirmaciones entusiastas del tipo: “España es el país más gay-friendly del planeta”. Anabel Garrido puntualiza: “Eso siempre y cuando lleguen con parte del proceso realizado. Porque cuando llegan sin el proceso realizado se complica mucho, porque es esa credibilidad de que tu identidad sentida no es género de nacimiento, y además luchar frente al cambio de nombre, por ejemplo, que eso supone también una gran discriminación en muchos recursos. Hay una chica rumana que no cuenta con redes de apoyo (en ocasiones, además, las redes pueden ser también discriminatorias), ni recursos de ningún tipo; en este caso, estamos hablando de un marco de vulnerabilidad muy alto. Eso sin contar con el tema de la ‘credibilidad”. Añade Samir Bargachi: “El rechazo de tu propia comunidad, en mi caso la marroquí, puede acompañarte siempre, incluso viviendo en Madrid. Y luego está la integración en la comunidad LGTB y esto es una pequeña crítica, pequeña o grande, no somos tan inclusivos como nos gustaría aparentar”.

    A pesar, de la dureza de las situaciones con que han de lidiar en cada momento, tratan de evitar desde la asociación la revictimización y para ello cuentan con servicios psicológicos para quienes lo puedan necesitar. También cuentan con personal técnico y activista proveniente de diferentes países (Marruecos, República dominiciana, España, Italia…) y con historias culturales diferentes entre sí, preparado para poder recibir de la mejor manera posible a quienes se acercan a la asociación: “Estamos hablando de comunidades, de una comunidad LGTB amplia y diversa y sí, hemos de recoger las distintas diversidades culturales”, afirma Anabel Garrido. Según Samir Bargachi: “Las personas LGTBI migrantes y refugiadas sufrimos mucho más racismo que LGTBifobia, clarísimamente. Por lo tanto, que la persona que me atienda sea un semejante, un igual, garantiza que esa barrera no tenga lugar”.

    E insisten en que, por desgracia, las migraciones han estado siempre vinculadas a las personas LGTBI, lo que se ha venido denominando “sexilio” De hecho, trasladarse a vivir a las grandes ciudades buscando el anonimato y la libertad es un clásico que continúa en vigencia. Como recuerda Samir Bargachi: “Este año estamos celebrando el 50 aniversario de Stonewall. Ahí las figuras clave que lo hicieron posible eran migrantes internacionales, de otros países, y migrantes americanas y americanos de otras partes del país que se fueron a Nueva York queriendo vivir en una gran ciudad, supuestamente más abierta, más amigable y demás”.

    Las políticas públicas también caen en el racismo institucional cuando insisten en poner el acento en las migraciones “irregulares” y no en los derechos humanos de quienes migran. Y Samir Bargachi tiene ejemplos a puñados de racismo cotidiano: “Si me para la policía no es por ser marica, me paran por mi perfil étnico, porque puedo ser un criminal y si entro en un banco no se presupone que pueda ir a informarme sobre un fondo de pensiones. Toda mi vida seré extranjero. Muchas veces estas cuestiones emanan de la propia comunidad LGTBI, que ahí es un tema que forma parte del mainstream, de la corriente principal, incluso es tendencia. Es tendencia, pero no para todo el mundo, estamos hablando de un hombre blanco, de 35 años, profesional, liberal, la mayor parte del tiempo, y de un perfil muy concreto. Eso está bien visto, pero todo lo demás no tiene cabida en esa comunidad LGTB oficial”.

    Las vallas de Ceuta y Melilla, la celebración del Orgullo Africano en esta última ciudad autónoma que organiza Amlega (Asociación Melillense de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales), las devoluciones en caliente, el continuar dependiendo de profesionales con buena voluntad que se impliquen, el qué supone a nivel personal, -tanto para activistas como profesionales- comprometerse con la realidad de migrantes y refugiados LGTBI, la importancia del autocuidado y el cuidado para continuar adelante… y de la cantidad de personas aferradas a una maleta a quienes ofrecerán solidaridad, justicia y compañía, sobre todos estos temas estuvimos charlando, pero el espacio se impone y tenemos que dejarlo aquí. Desde las páginas de Trabajadora, prometemos seguirles la pista.

    Carmen Briz (@MamenBriz) es periodista y forma parte del equipo de la Secretaría Confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras.