Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 15 noviembre 2024.

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"Trabajadora", n. 71 (noviembre de 2020)

Guía para no perderse/ "Las invisibles", de Enrique Arce Castilla

    Las invisibles. ¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres?, de Peio H. Riaño. Madrid, 2020: Capitán Swing.

    16/12/2020.
    Portada del ensayo de Peio H. Riaño.

    Portada del ensayo de Peio H. Riaño.

    "UN DÍA lo ves. No están”. Con este casi oxímoron, confiesa Peio H. Riaño, autor de Las invisibles, que este libro es resultado de una epifanía. A él le ocurrió en el Museo del Prado en marzo de 2016, y lo que no están en sus salas son las mujeres. Bueno, sí están, pero sólo como objeto de la mirada y el placer masculino. Faltan las mujeres artistas (que también hubo); faltan los cuadros de pintoras (que no se compran o acumulan polvo en los almacenes); faltan representaciones de mujeres reales (que no se exponen); y falta, sobre todo, repensar un relato que responde a una ideología del siglo XIX, un momento de violento rechazo institucional e intelectual a los intentos de la mujeres por dejar de ser simplemente “madres”, “musas” o “putas”.

    No se trata de descolgar cuadros, sino de contextualizar y hablar claro, de cambiar su narración y su discurso para que en lugar de “legitimar una normalidad excluyente” se convierta en “mecanismo fundamental para desnaturalizar la dominación”. Llamemos a las cosas por su nombre y dejémonos de eufemismos rebuscados. No hace falta que el museo nos dulcifique las escenas representadas en las pinturas con un paternalismo mal entendido. Helena, Hipodamía, Proserpina, las hijas del Cid y otras muchas, no son “mancilladas”, ni “raptadas”, ni “sorprendidas”, son violadas. Y por muy bella y moderna que sea la versión de Boticelli de La historia de Nastagio degli Onesti, no deja de ser la representación de un feminicidio que advierte (amenaza) a la futura esposa de lo que la espera si desobedece los deseos del marido: total, sólo le rajan la espalda.

    Se dice que no podemos mirar al pasado con los ojos del presente. Pero esta afirmación no es más que una trampa urdida por quienes quieren que todo siga igual, incluso las desigualdades y mentiras. Podemos, y debemos; tenemos la obligación de mirar de frente e intentar hacer del Museo del Prado una institución de acuerdo a una sociedad del siglo XXI.

    Tantas veces se repite, y sigue dando igual: la cultura, el arte, el museo (también el deporte y la televisión) deberían ser instrumentos para formar una ciudadanía libre y crítica, con los que poder desarrollar una democracia “de verdad”, real y justa, y no la banalización de esta apariencia de democracia con la que nos conformamos y que algunos, incluso, veneran.

    Sí, tampoco es tan raro, ni tan complicado: corrijamos las desigualdades, expliquémoslas, no cerremos los ojos, no miremos sin ver, no endulcemos el pasado ni el presente. Se trata de ser valientes y justos, de querer mirar y, después, actuar con todas las consecuencias. Así de simple. Así de fácil.

    Menos Artemisa(s), y más Judith(s).

    Aunque para entender está proclama tendréis que abrir este necesario libro del historiador y periodista Peio H. Riaño. Por cierto, no olvidéis leer el estupendo prólogo de la escritora y poeta Lara Moreno.

    Enrique Arce Castilla es documentalista y forma parte del Centro de Documentación de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras.

    Revista Trabajadora, n. 71 (noviembre de 2020).