Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 27 julio 2024.

REVISTA "TRABAJADORA", N. 83 (JULIO DE 2024)

Salud/ Género y siniestralidad laboral, de Carmen Mancheño Potenciano y Óscar Bayona Plaza

    El patriarcado y el modelo de masculinidad hegemónica tienen un claro reflejo en la siniestralidad laboral.

    11/07/2024.
    Fotografía de Txefe Betancort.

    Fotografía de Txefe Betancort.

    LOS DAÑOS a la salud en el trabajo son una cuestión de clase. El conjunto de la clase trabajadora sufre accidentes y enfermedades de origen laboral, pero los factores de desigualdad que operan en el interno de la clase determinan cómo enfermamos y nos accidentamos. Y si un factor es fuente de desigualdad es la división sexual del trabajo.

    La asunción del modelo social de masculinidad hegemónica tradicional ha perpetuado la división sexual del trabajo basado en dos principios básicos, el principio de separación donde se asume que hay trabajos de hombres y trabajos de mujeres y el principio de jerarquía, por el cual los trabajos de los hombres son más valorados que los trabajos de las mujeres.

    La segregación de género en el trabajo explica la distribución desigual de la exposición a los riesgos laborales. En términos generales, hay mayor presencia masculina en ocupaciones (peones de industria y construcción, operadores de máquinas, etc.) con mayor exposición a riesgos de seguridad como caídas, cortes o uso de maquinaria y a manipulación de objetos con un peso elevado. Mientras que la presencia mayoritaria de las mujeres en ocupaciones de sectores como servicios (comercio, limpieza), ámbito sanitario y sociosanitario y educación las expondrá principalmente a los riesgos ergonómicos (posturas de trabajo inadecuadas, movimientos repetitivos, largas jornadas de pie) y psicosociales (trabajo monótono, escasa o nula autonomía, poco reconocimiento social). Además, y con independencia del sector donde trabajen, a las mujeres se les asignan con más frecuencia tareas que requieren la exposición a riesgos ergonómicos y psicosociales. Tareas que requieren minuciosidad y movimientos pequeños, repetitivos y precisos, así como la exposición a las relaciones interpersonales.

    Esta realidad condiciona claramente la siniestralidad de la población trabajadora, de tal forma que las estadísticas muestran un marcado perfil masculino de los accidentes de trabajo, que se acentúa aún más a medida que se incrementa su gravedad. En torno al 70% de los accidentes de trabajo en jornada corresponden a varones, superando el 90% en los mortales.

    Por el contrario, la incorporación de las mujeres en el trabajo se realizó porque el sistema tenía una necesidad de mano de obra, pero lo hizo reservando a las mujeres los ‘trabajos de mujeres’. Se trataba de ocupaciones de menor prestigio, de menor salario, de menor jerarquía dentro de la empresa, que en muchos casos son una extensión de las tareas del ámbito doméstico al laboral y, supuestamente, más ligeras y de menor riesgo, nada más lejos de la verdad.

    Los daños a la salud de las mujeres en el trabajo existen y tienen sus propias características, pero están invisibilizados. Los trabajos que mayoritariamente desempeñan las mujeres están asociados a daños crónicos, no a incidentes puntuales y a procesos agudos como en el caso de los hombres. Esto se refleja en la incidencia de enfermedades profesionales, más alta en trabajadoras, sobre todo en trastornos musculoesqueléticos, en agentes biológicos y en enfermedades de la piel. Y ello a pesar de que hay patologías producidas por el trabajo y de alta prevalencia en mujeres como los ligados a la esfera psicosocial que no forman parte del cuadro de enfermedades profesionales y que en los listados de actividades asociadas a las enfermedades reconocidas faltan las más feminizadas. La exposición a químicos se produce en ambos sexos, pero cuando sucede en ocupaciones masculinizadas (industrias química y siderúrgica, construcción) están reconocidas y los daños se registran, mientras que en las feminizadas (actividades sanitarias, limpieza, peluquerías) están invisibilizadas y el subregistro es prácticamente absoluto.

    También es muy significativo observar las diferencias por género en los accidentes in itinere, cuya incidencia es muy superior en las trabajadoras. Hay dos factores que afectan a las mujeres y que aumentan el número y el tiempo de los desplazamientos y, por tanto el riesgo a sufrir este tipo de accidentes: la especial incidencia de la contratación a tiempo parcial no deseada y la asunción en mayor medida de las tareas domésticas y de cuidado de la familia.

    Carmen Mancheño (@carmenmanche) es médica y Máster en Prevención de Riesgos Laborales y Óscar Bayona es técnico superior en Prevención de Riesgos Laborales, ambos forman parte del equipo de la Secretaría Confederal de Salud Laboral y Sostenibilidad Medioambiental (@SaludLab_CCOO) de Comisiones Obreras.

    Revista Trabajadora, n. 83 (julio de 2024).