Confederación Sindical de Comisiones Obreras | 20 diciembre 2024.

"Trabajadora", n. 71 (noviembre de 2020)

Salud/ Lavarse las manos como una comadrona, de Silvia Espinosa López

    El día 15 de octubre se celebra el Día Mundial del Lavado de Manos para resaltar la gran importancia que tiene este hábito para la salud y, como siempre, detrás de esta fecha señalada se encuentra una historia, una historia que puede contarse añadiendo “un poco” de la mucha perspectiva de género que le falta.

    16/12/2020.
    "Escena de parto", en el Museo Ostiense de arte romano (Ostia Antica, Italia).

    "Escena de parto", en el Museo Ostiense de arte romano (Ostia Antica, Italia).

    A MITAD DEL SIGLO XIX, un doctor húngaro llamado Ignaz Semmelweis, al que se le atribuye el descubrimiento de la importancia del lavado de manos, trabajaba en el Hospital General de Viena. En aquellos tiempos los hospitales eran sitios muy sucios e insalubres, pues nada se sabía de la existencia de gérmenes ni de cómo se propagaban las enfermedades e infecciones. En el hospital austriaco donde trabajaba Ignaz Semmelweis la maternidad estaba dividida en dos pabellones, uno donde las mujeres eran atendidas por médicos y estudiantes de medicina y el otro donde eran atendidas por matronas. Parece ser que la tasa de mortalidad por fiebres puerperales en el pabellón donde atendían médicos y estudiantes era alarmantemente alta, acercándose al 20%, mientras que en las que atendían las matronas era del 2%. De esta situación, que hoy llamaría tanto la atención, parece que sólo se apercibió nuestro protagonista, moviéndolo a hacer un concienzudo estudio para dilucidar qué prácticas marcaban esa gran diferencia. La muerte de un colega, que sufrió las mismas fiebres que las parturientas, después de cortarse mientras diseccionaba el cadáver de una de ellas, fue la pista que lo acabó de guiar a la solución del enigma: la razón de tanta mortandad de mujeres era que tanto médicos, como sobretodo estudiantes, parteaban con las manos y los utensilios sucios de haber cortado o tocado a otras personas enfermas o peor, después de haber hecho una autopsia. Las matronas, que sólo se dedicaban a las embarazadas, los partos y postpartos, tenían otra manera de proceder “menos brusca”, y sobretodo tomaban muchas más medidas higiénicas en el transcurso de su trabajo, esa era la verdadera clave.

    El doctor Ignaz Semmelweis no lo tuvo fácil explicando a sus colegas el resultado de sus conclusiones, pues su trabajo de observación no explicaba el por qué de lo que sostenía, de hecho sufrió el desprecio de los mismos, por aquello de que “los caballeros siempre tienen las manos limpias”. Pero la historia sí le hizo justicia, coronándolo con el sobrenombre de “salvador de madres” y atribuyéndole el descubrimiento de la importancia del lavado de manos.

    Hasta aquí una historia de tantas en la que el saber de las mujeres queda relegado, desvalorado e invisible. Porque, sin ánimo de quitarle mérito a este buen doctor que tanto bien hizo, ¿no os parece insólito que sólo él se fijara en que las mujeres en el mismo hospital murieran 10 veces menos en manos de las comadronas? Parece ser que las comadronas no tienen en esta historia ningún mérito, y que lo que hacían lo hacían “por casualidad”, o por aquella idea de que las mujeres nacen sabiendo fregar, cocinar, coser y cuidar, que todavía campa más de lo que debería.

    Las comadronas han existido desde el principio de los tiempos, desde que la especie humana se alzó en bipedestación y se agrandó el cerebro y la cabeza, haciendo los partos de las mujeres fisiológicamente más difíciles que los de cualquier otra hembra de mamífero. En todas las culturas y épocas remotas el conocimiento del cuerpo de las mujeres -el parto, las prácticas abortivas y anticonceptivas…- residían en las mujeres. Estos conocimientos médicos, aunque no reconocidos como tales por la historia eran transmitidos oralmente de madres a hijas, y se basaban en el conocimiento empírico. El no tener acceso a la educación, a los estudios y a las universidades no impidió que ese ancestral conocimiento pasara de unas a otras, sin documentos escritos, de manera invisible para la historia, pero haciendo posible cosas como que en aquella sala de partos del Hospital General de Viena, murieran diez veces menos mujeres por fiebres que en la otra sala donde atendían médicos y alumnos.

    Las mujeres comenzaron a ir a las facultades de Medicina hace poco más de cien años, la primera médica en nuestro país fue la barcelonesa Dolors Aleu (1857-1913), pero hoy en día son 7 de cada 10 estudiantes y el 95% de las matronas tituladas.

    Silvia Espinosa (@silviaFSSCCOO) es secretaria de Mujeres y Políticas LGTBIQ de la Federación Estatal de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de Comisiones Obreras (@fssccoo).

    Revista Trabajadora, n. 71 (noviembre de 2020).